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Nucleares, el eterno dilema

Es fácil y además razonable negarse a la energía nuclear por cuestión de seguridad y sobretodo, por intentar adivinar lo que hacemos con los residuos que de la misma se derivan y que no pueden abandonarse en cualquier lugar. De momento, los residuos patrios son enviados a Francia, que sí posee instalaciones para su almacenamiento, debidamente aislados y acondicionados, y por lo que cobran al estado español un altísimo coste. La otra opción es crear un lugar en España  donde ir amontonado esos peligrosos excedentes derivados de esta energía, pero ese punto todavia no se ha concretado. Sería lo mismo que poner en pié de guerra a toda una provincia contra esta inpopular  medida.

El problema es que sabemos perfectamente que las energías alternativas y no contaminantes como la energía solar, la energía eólica, la biomasa, etc. son a la vez el futuro y la solución al problema energético. Lo que ocurre es que todavia es muy pronto para que podamos prescindir de las energías renovables (gas, carbón y petróleo) e implementar éstas.

El temido ’efecto invernadero’ es una razón más para priorizar la energía nuclear frente a las convencionales. Cierto, que la peligrosidad de esta es infinitamente superior, pero debido a que el problema del cambio climático se ha agudizado es preferible arriesgarse con ella ¿o no? 

El tiempo que tardemos en implementar las energías renovables en nuestro planeta será más corto en tanto en cuanto se invierta más en I+D+I en estas nuevas variantes. En el caso español, incluso las facturas de gas o energía eléctrica que pagamos habitualmente, llevan incluidos unos costes derivados de estas partidas. De momento, esta energía no contaminante es mucho más costosa que las demás y por ello tiene que haber cierto equilibrio entre su implantación y el gasto que genera en la sociedad.

A todo esto se suma la pujanza de las nuevas economías emergentes: Brasil, México, India, etc. cuyo desarrollo económico está supeditado a que su capacidad energética no se vea mermada y que son, junto a EEUU, los países más reticentes a pactar la disminución de la emisión de gases contaminantes.

Todo esto prepara un escenario algo pesimista de cara al nuevo protocolo en esta materia, que sustituya y sobretodo amplíe los logros conseguidos con el Protocolo de Kyoto. Todo parece que la energía nuclear, muy a pesar de los gobiernos, tendrá un peso fundamental en el tránsito entre energías no renovables y y energía límpias.

La competitividad que surja entre las empresas dedicadas a generar energía renovable, auspiciada por las ayudas que otorguen cada uno de los estados a las mismas en su desarrollo, serán fundamentales para que los problemas que puedan generar las centrales nucleares se minimicen.